De los 22 jugadores convocados por Miguel Herrera contra Finlandia –aperitivo pueril por donde se vea, aunque más pueril es el amistoso ante los Lobos Buap-, 10 son del América. Si incluimos al nuevo y flamante entrenador nacional, más al director deportivo, Ricardo Peláez, la correlación de fuerzas no deja dudas. Los dueños del balón vendieron su alma al América-Televisa, empresa que bajo ningún concepto perderá su dominio sobre el futbol mexicano, sea cual sea el resultado final. Si ganan a Nueva Zelanda, el Tri-América habrá llegado para quedarse del todo de cara al Mundial Brasil 2014: y si pierden, el discurso futbolero será de agradecimiento porque la empresa líder de la televisión nacional presumirá que ella se comprometió sin reservas para salvar al futbol nacional, asumiendo todos los riesgos.
Es decir, ganan o ganan. Por más que se equivoquen da la impresión que los dueños del negocio futbolero –pese a que, salvo los estadios de Monterrey, Torreón y Tijuana lucen llenos, y los demás coliseos dan pena ajena-, no aprenden la lección porque, amparados en los dineros que las televisoras les pagan, creen que los aficionados siguen chupándose el dedo. El 90 por ciento del redondo pastel es asunto de Televisa y de Tv Azteca. Las migajas son, por desgracia, para las cadenas deportivas internacionales ESPN y Fox Sports.
Esas dos cadenas, por regla casi general, dan al televidente una visión más descarnada de lo que sucede con el deporte en México. Claro está, el peso de la cobertura se lo lleva el balón. Pero no deja de ser una suerte de aire fresco en términos de profesionalismo si las comparamos con el duopolio televisivo nacional, más pendiente de los intereses de sus respectivos dueños, vale recordar, Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego. El detalle está en que para ver esas dos cadenas internacionales hay que suscribirse a empresas cableras o satelitales. El mercado de la tv abierta es asunto de dos.
En la conferencia de prensa del domingo optaron por hacer hablar a los meros meros empleados, encabezados por los inefables Justino Compeán y Héctor González Iñárritu, designados hasta ahora para ser la piñata predilecta de los medios de comunicación. A su lado, faltaría, los dos flamantes fichajes: Herrera y Peláez, encargados de trasladar el nuevo ADN americanista al desdichado Tri. Aferrados a la discutible idea de que el América debe controlar a la selección porque es el campeón vigente del mediocre futbol nacional y encabeza a tambor batiente el actual torneo, unos y otros hicieron cuentas alegres porque, en sus cálculos, es casi imposible perder el pasaporte a Brasil a pies de los rudimentarios neozelandeses, más dados al rugby que el futbol.
Es probable que las cuentas les sonrían y, por añadidura, es más que probable que entonces el Tri-América sea elevado de nueva cuenta al Olimpo futbolero. De eso se encargarán Televisa y Tv Azteca. Nada se dejará al azar. Lo que importa es llegar a Brasil y hacer caja con la debida antelación. Ya luego verán qué hacen, pero el punto es llegar. Con ello habrán ganado más de lo que gastaron. Y si en una de esas locas casualidades el Tri-América pasara la primera fase, pues será el momento de largarse a algún lugar sin energía eléctrica ni señal celular.
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